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jueves, octubre 09, 2008

La crisis económica VIII: El segundo multiplicador

Bueno, en primer lugar, un par de matizaciones a los escritos anteriores.

Como ya dije en su momento, la bajada de los tipos de interés conlleva también un aumento en la asunción de riesgos por parte de la banca con objeto de mantener un mismo beneficio contable (es decir, conservar el status a través de un aumento de las ventas, pese a la bajada del precio); eso, en realidad, puede ocurrir en cualquier sector, y se debe a que la teoría no es más que eso: teoría. En la práctica, un demandante sí suele tener la opción de elegir entre comprar y no comprar; nadie lo obliga. Pero un oferente, ante una bajada de precios, no se va del mercado así como así; ya tiene una estructura montada, e intentará aferrarse a ella por todos los medios, asumiendo riesgos mayores a los que asumiría normalmente. Incluso asumiendo pérdidas. Y la banca, en una situación como esa, es un sector peligroso, ya que la demanda potencial es todo el mundo.

Por otro lado, hay una segunda cuestión en todo esto, y es que claro, la forma de fijar los tipos de interés que tienen los bancos centrales no es otra que aumentar la oferta monetaria, es decir, las existencias de dinero en poder del sistema financiero. Por lo tanto, cuando se dio la bajada de tipos, no sólo es que los bancos se vieran en la tesitura de tener que aumentar las ventas, es que, además, fueron invitados a ello a través de un aumento de liquidez.

Y dicho esto, pasamos a la temática de hoy. En el último artículo hablé del poder multiplicador del dinero de los bancos, un concepto que viene muy bien explicado en cualquier libro de economía básica. Hoy voy a hablar de otro multiplicador del dinero que yo no he visto nunca en los libros, pero sí en la vida real. Y que también ha jugado un papel muy importante en la amplitud de la crisis que tenemos encima, y lo juega normalmente en el dinamismo de una economía.

Bien, supongamos que yo tengo una empresa promotora de la construcción con un capital de 1 M€. Y supongamos que quiero emprender la construcción de una urbanización que tiene un precio de coste de 900.000€, pero a la que voy a sacar, una vez vendidas las viviendas, 1,2 M€; es decir, mi beneficio neto es de 300.000€. Y supongamos que desde que empiezo la obra hasta que todo está vendido y cobrado transcurren dos años.

Como hemos dicho antes, si construyo la urbanización poniendo dinero de mi bolsillo, es decir, del capital de la empresa, arriesgo 900000€ y obtengo 300000€ de beneficio, lo que supone una rentabilidad del 33,3% en dos años.

Ahora bien, supongamos que consigo que el banco me financie el 80% de la construcción; de ese modo, yo pongo 180.000€ y el banco pone 720.000€. El interés generado por el dinero prestado durante los dos años, suponiendo una tasa del 5%, supone un montante de 38.000€, lo que hace que el beneficio de la operación pase a ser de 262.000€ en lugar de los 300.000€. Sin embargo, como quiera que el riesgo asumido por mi parte no es de 900.000€, sino de 180.000€, resulta que la rentabilidad que obtengo para el dinero que he invertido es del 145,56% en dos años, es decir, 4 veces más que antes.

Y ... ¿cómo se come esto?.

Pues muy sencillo: en el primer caso, de un capital de 1 M€, invierto en el negocio 900.000 €, quedándome un remanente de 100.000 € que puedo destinar a otros negocios. Sin embargo, en el segundo, de un capital de 1 M€ invierto 180.000€, y me queda un remanente de 820.000€, de modo que mientras con el modelo inicial hago una sola promoción que me reporta 300.000€, en el segundo puedo hacer hasta 5 construcciones que me reporten, cada una de ellas, 262.000€, para un montante total de 1.310.000€, habiendo invertido una misma cantidad de dinero (900.000 = 5*180.000 = 180.000/0,20).

Y ese es el segundo multiplicador: donde antes sólo se producía uno, una expansión crediticia hace que puedan pasar a producirse 5. O 10, 0 20, dependiendo del porcentaje de fondos propios que el inversor tenga que poner.

Lógicamente, para que todo lo anterior sea posible, es necesario una relajación de las condiciones crediticias por parte de la banca; pero, claro, en un panorama en el que hasta un insolvente podía acceder a una hipoteca, ¿cómo se le iba a negar algo a una promotora o constructora, máxime habida cuenta de que todo se vendía (claro, hasta un insolvente podía tener acceso a una hipoteca...)?.

Un Saludo.

Camino iluminado por Huichilobos >> 8:12 a. m. :: 0 Recuerdos...

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