AztecWorld

miércoles, octubre 08, 2008

Aquellos Maravillosos Años II

Bueno, pues volviendo sobre el puente sobre el río Revinuesa, otra de las cosas que recuerdo es que, hace muchos años, antes de que dragaran el río, subían un montón de peces por él. En concreto, truchas, barbos, y otros de otra especie a los que llamábamos bogas, pero cuyo nombre común ignoro cual es. Lógicamente, los más deseados eran las truchas, y en la época de la pesca las orillas del río se cubrían de un olor apestoso porque los pescadores dejaban tirados por doquier todos aquellos peces que cogían y que no fuesen truchas.

Después del dragado, no recuerdo haber visto a nadie pescando por las riberas del río; hubo incluso pescadores que se quejaron; pero claro, a ellos no se les inundaba la casa con el deshielo; y, si se les inundaba, no sería ni por nuestro deshielo, ni por nuestras lluvias ni por nuestro río.

Recuerdo también que la gente del pueblo, especialmente los adolescentes, pescaban también a mano. Y es que las raíces de los árboles que había en las orillas del río llegaban hasta él, y formaban una esecie de malla arbórea en la orilla por la que se colaba el agua, y que siempre estaba llena de peces. Y los mas habilidosos se metían por entre aquel entramado y pez que cogían, pez que volaba tierra adentro por encima de la orilla.

No obstante, era aquella una actividad peligrosa: por un lado, corrías el peligro de quedarte enganchado en la malla de raíces del árbol y no poder salir después, pudiendo perfectamente morir ahogado. Por otro, las terreras, que así las llamábamos, eran también refugio habitual para las culebras de agua, cuya picadura no es mortal de necesidad, pero dificulta por tiempo indeterminado el noble arte de respirar.

Puestos a pescar a mano, era mucho más sencillo hacerlo en los pequeños arroyos de las márgenes izquierda y derecha del río, por los que también subían las truchas (acostumbran ir a desovar en los nacimientos de los ríos), y donde era tan sencillo como estar ojo avizor para ver debajo de qué piedra se había metido la trucha, y luego, con las manos, taponarle todas las salidas hasta que la pudieras apresar. En este caso, nunca alcanzaban la longitud mínima para ser reglamentarias, pero los guardas nunca iban tan arriba.

De todos modos, lo que más recuerdo, y más vívidamente, es el salto de agua que había justo debajo del puente y de la carretera. La base del puente era una gran losa de hormigón y, en su extremo, habría como un metro de altura desde la superficie de la losa a la del agua. Y era de ver a los peces saltando una y otra vez, tratando de alcanzar la parte superior de la losa para continuar remontando el río hacia los lugares habituales de desove.

En aquella época, cuando bajaba hacia las piscinas municipales, me contentaba con mirar el espectáculo de los peces tratando de superar el salto, continuando hacia arriba los que lo conseguían, saltando incansablemente una y otra vez los que no, y exponiéndose todos a ser atrapados por los muchos pescadores que se apostaban en las orillas aprovechando que el obstáculo suponía una mayor presencia piscícola en esa parte del río que en cualquier otra y, por lo tanto, mayores posibilidades de éxito.

Hace unos días, muchos años después, también me dio por pensar en la inefable alegoría de la lucha por la vida que suponía todo aquello, los peces tratando una y otra vez de superar el obstáculo para poder llevar a cabo su cometido vital, y fue entonces cuando se me ocurrió que podía contarlo aquí, en el blog, junto con otros viejos recuerdos de épocas anteriores que quizá también merezcan ser contados. Y por eso empecé esta saga de "aquellos maravillosos años", que empezó con el año de las riadas y que iré desarrollando en lo sucesivo.

Un Saludo.

Camino iluminado por Huichilobos >> 10:53 a. m. :: 4 Recuerdos...

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