AztecWorld
viernes, octubre 19, 2007
Objetos Entrañables
Nada, que como quiera que me aburro bastante y tampoco me apetece en exceso liarme con trapicheos y comidillas políticas varias, me ha dado por escribir este artículo para hablar de esos objetos de la vida de uno a los que se le termina cogiendo un cariño especial. En mi caso ha habido varios, entre ellos una bicicleta GAC que pesaba como un muerto que tenía de pequeño o una moneda de doble décima de real de 1753 que me regaló mi abuela y a la que saqué brillo en incontables ocasiones (obra todavía en mi poder). Sin embargo, al que más cariño le cogí (o tal vez se trata simplemente de que se trata del más actual), es a mi coche. No al que tengo ahora, sino al anterior, un Citröen C-5 HDI220.
Dirán que tratándose de un varón nada tiene de extrañar el asunto de marras, pero es que en ese sentido yo tampoco soy un varón estándar, ya que acostumbro guiarme sobre todo por el pragamatismo: con un coche que me lleve y me traiga me sobra y me basta, no necesito ni extras, ni GPS, ni llantas de aleación, ni faldones aerodinámicos ni historias. Lo único el airbag, y para por si las moscas.
La cuestión es que aquel coche y yo hicimos muchos kilómetros juntos, y bien por su culpa o por la mía nos hemos quedado tirados en varias ocasiones: una vez en Burdeos por andar haciendo el indio por las pistas forestales, otra vez se me quedó en el suelo el pedal del embrague en Bayona, otra vez me rompió el alternador en Burgos, otra se quedó sin gasofa entre Mérida y Ciudad Real; y la última y definitiva fue en Baena, cuando me rompió la suspensión y ya decidí cambiarlo, aunque visto ahora en perspectiva, tal vez pequé de frío al tomar aquella decisión.
También, en su momento, me llevó a conocer a una de las personas que mayor peso específico han tenido en mi vida en los últimos dos años, si no la que más.
Pero lo que recuerdo con especial cariño es que tenía que cerrarle la puerta del conductor con el codo (aunque en aquel entonces me fastidiaba, claro). El motivo es que, por lo que quiera que sea, acumulaba electricidad estática en la chapa, y claro, al apoyar la mano, soltaba el calambrazo páter. Así que había que poner algo de por medio para protegerse, aunque no fuesen más que los pocos milímetros de espesor de la tela de una camisa.
Y no paraba ahí el asunto; normalmente, cuando uno viaja con la ventanilla abierta, la fricción con el aire que entra del exterior hace que se acumule carga estática en la cara y en el pelo del conductor (de hecho, los ventiladores caseros pueden llegar a provocar parálisis faciales por esa causa en casos de prolongada exposición). Bueno, pues en aquel coche se acumulaba tal cantidad de carga, que luego te ponías la mano como a 5 cms por encima de la cabeza y se te ponía el pelo estilo punk. Era de lo más fashion.
Yo achacaba todos los efectos paranormales que he referido a la posibilidad de que hubiese algún contacto entre el circuito del motorcillo DC del elevalunas con la carrocería del coche, aunque tampoco estaba del todo seguro de que esa fuese la causa. La cuestión es que, pese a los inconvenientes que todo eso pudiera causarme, le acabe cogiendo un grandísimo cariño, y, de hecho, la última vez que lo vi (ahora lo usa el propietario del concesionario a quien se lo di a cambio de mi actual vehículo) en Soria, me saqué una foto con él.
No descarto tampoco volver a comprarlo en el futuro, si mi economía me lo permite.
Un Saludo.
Camino iluminado por Huichilobos >> 7:20 a. m. ::
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