AztecWorld

domingo, octubre 14, 2007

Los dos robles II

La primera vez que subí a Hoyomalo y pude contemplar los dos robles fue hace más de diez años, cuando yo todavía era un visontino más y no sólo del estiaje, poco antes de mi huida al país Vasco, en busca de letras más grandes que echarme a la chilaba. Y fortuna, ya de paso.

En aquel entonces, el que está situado más arriba tenía la corteza de un gris bastante oscuro, pero sin serlo tampoco demasiado; era un árbol recio y adusto, incluso serio, y de haberse tratado de una persona, no habría estado de más afirmar que parecía como si estuviera encantado de haberse conocido.

En lo que respecta al otro, tenía la corteza más clara que el anterior, y era un árbol muy frondoso, con muchas ramas y hojas, como si quisiera dar cobijo en su regazo a todo bicho viviente que buscase refugio de los rayos impíos del sol o de las inclemencias del tiempo. Podría haberse dicho también un árbol vivaz, puesto que la menor brizna de viento le era suficiente para empezar a moverse. Parecía como si la presencia del otro, situado además un nivel más arriba, le sirviese como guía, pero también como excusa.

Hace unos días, durante las vacaciones forzadas de este verano (es lo que tiene no tener trabajo), me dio por volver a subir a Hoyomalo; los años y los kilos de más me pesaron durante todo el trayecto, pero al fin, conseguí llegar hasta allí. Y me encontré con que el panorama había cambiado bastante. Por lo que se ve, el tren no espera viajeros, y la naturaleza tampoco. Y mucho me temo que las personas tampoco, puesto que, a fin de cuentas, tampoco yo había estado allí durante diez largos años.

El roble superior seguía siendo más o menos igual que en mi recuerdo. Al acercarme, pude comprobar que tenía algunas cicatrices en la corteza que delataban algún posible percance durante mi ausencia, pero en general, tanto de lejos como de cerca, seguía presentando el mismo aspecto. También a día de hoy podría decirse que es como si estuviera encantado de haberse conocido.

Sin embargo, el inferior había experimentado varios cambios sustanciales. Por una parte, la corteza seguía siendo de una tonalidad clara de gris, pero demasiado clara; macilenta. Por otra, gran parte del ramaje que antaño adornase su porte había desaparecido o se había secado, y a la parte que quedaba le habría venido muy grande el calificativo de frondosa.

Además, era verano y no soplaba ni una miserable brizna de aire, pero dudo mucho que, de haberlo hecho, el árbol hubiese experimentado cambio alguno en su posición. Por alguna extraña razón, el roble inferior se mostraba triste.

Un Saludo.

Camino iluminado por Huichilobos >> 9:23 a. m. :: 0 Recuerdos...

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