AztecWorld
viernes, junio 16, 2006
Reflexiones III: Las Economías Familiares
Bueno, pues el post de ayer sobre el comunismo venía a cuento de que hoy quería abordar un poco por encima este otro tema, que además, me toca de cerca. Supongo que si hubiese escrito esto mismo hace un tiempo, hubiese quedado un artículo larguísimo y cargadito de odio y de amargura. E incluso hoy, desde la perspectiva que da el tiempo, estoy completamente seguro de que no va a carecer de una cierta dosis de subjetividad.
Hay un dicho muy común que afirma que la primera generación es la que hace la fortuna, la segunda generación la mantiene y la tercera generación es la que la dilapida por completo. Y a mi modo de ver, en gran parte de los casos es así. Sólo que hay muchos casos en que la tercera generación no llega a ver un duro tampoco.
Pero bueno, yo quisiera sobre todo redundar en las economías familiares en su fase de formación, es decir, a la altura de la primera generación. Y si puse el post de ayer, es precisamente porque creo que, habitualmente, el miembro de la familia destinado a llevar las riendas, que siempre tiene que haber uno (y si hay dos malo), tiende a concebir el asunto desde una perspectiva muy ligada al comunismo.
De ese modo, lo que se consigue en muchos casos es desperdiciar los posibles talentos que pueda haber en otros miembros de la familia, así como generar muchos malestares, rencillas e inestabilidades que emanan, no ya del hecho de que haya otra persona que mande más, sino del hecho de ver que uno mismo modría aportar más dedicándose a un gremio concreto distinto de aquel en que se ha generado la economía familiar, o incluso ser más rentable a la misma dentro del mismo gremio pero en otra posición.
Por otra parte, una economía familiar así concebida está limitada al campo de visión del propio hacedor, quien por norma además gusta de tener todo bajo su control y delegar lo menos posible, lo cual va en detrimento también del crecimiento de la propia empresa familiar.
Y el sentimiento de malestar es todavía más grande cuando la similitud con el comunismo es de tal calibre que o bien se igualan los incentivos de todos, o bien estos desaparecen por completo en beneficio de una unidad familiar que es después quien los distribuye al fuer del hacedor. En este caso, cada miembro distinto de la familia puede llegar a sentirse infravalorado, puesto que ve que otros miembros cuya entrega es menor o cuyo trabajo es de menor entidad que el suyo, están obteniendo el mismo resultado. Viene a ser un poco como la negación de la libertad en el caso del comunismo. Y claro, eso crea rencillas internas.
También puede darse el caso de que se desplace a uno de los miembros y est pueda llegar a sentirse inservible, puesto que, a fin de cuentas, cuando se crea una sociedad de este estilo, todos los miembros lo hacen de buena voluntad y con todas las ganas del mundo de aportar su granito de arena. Y esto no es nada bueno para la estabilidad emocional de cada uno.
A mi modesto entender, las economías familiares basadas en un modelo como el descrito tienen su sentido en situaciones límite, siempre como respuesta a esa situación. Pero cuando la propia economía lo permite, es mucho más efectivo o bien un sistema de incentivos equitativos, o bien una sociedad en la que cada uno se dedique a aquello en lo que rinde, y simplemente se hagan aportaciones, cada uno en función de lo que gane, destinadas a proyectos en común que puedan ser escogidos y definidos de una manera lo más democrática posible.
Todo esto queda dicho desde todos los razonamientos e ideas generados durante el tiempo en que yo pertenecí a una economía familiar de estas características, pero lo hago extensivo, y por lo tanto, lo dedico, a todos aquellos conocidos que se encuentran ahora mismo en situaciones similares.
Un Saludo.
Camino iluminado por Huichilobos >> 7:27 p. m. ::
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